Finalizada la II Guerra Mundial, el mundo quedó dividido en dos bloques de países ideológicamente antagónicos. De un lado el mundo capitalista, liderado por Estados Unidos; de otro lado el mundo comunista, dirigido con mano firme por la URSS. Es el llamado período de la Guerra Fría que se extendió hasta la caída del muro de Berlín en 1989. Cuatro décadas presididas por la “guerra contenida”, la amenaza constante de que el bloque opuesto iniciaría una nueva “gran guerra”, en este caso nuclear, en cualquier momento, un período en el que el diseño gráfico continuó, en gran medida, alimentando la propaganda político-ideológica de cada uno de los bandos pero sobre todo, desarrollando tendencias artísticas surgidas antes del inicio de la Guerra Fría, y otras nuevas que estarían por venir.
Así, en el bloque comunista, especialmente en la URRS y en sus estados satélite inmediatamente adyacentes, prosiguió el Constructivismo, un estilo que pretendía acercar el artes a las masas y en el que los motivos industriales y tecnológicos tenían un gran protagonismo. Pero tras la muerte de Stalin en 1953, se inicia un período de austeridad en el que el diseño gráfico inspirado o que apoyaba la revolución fue desapareciendo de forma paulatina. Criminalizar a Estados Unidos, apoyar a sus aliados como Cuba, Nicaragua, Corea del Norte o China, o simplemente mostrar la superioridad del socialismo frente al capitalismo, era el fin último del diseño gráfico en la URSS de la Guerra Fría.
Mientras, en Estados Unidos, finalizada la II Guerra Mundial e iniciada la Guerra Fría, el diseño gráfico de propaganda perdió fuelle a favor de la radio, la televisión o el cine. Así, los cómics y carteles de películas intentando mantener unido al pueblo estadounidense, y siempre alertando de posibles invasiones y ataques nucleares, hasta el punto de generar cierta paranoia social, fueron una constante del diseño gráfico.
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